miércoles, 18 de enero de 2012

Un cuento para ¿SOÑAR?


LA CENICIENTA                  Fauna
   

Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.


Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino.


- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos.


Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.


- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. De pronto se le apareció su Hada Madrina.


- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tu también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.





La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven.


En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce.


- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-.





Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado.


Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.


Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto.


Y así sucedió que el Príncipe se casó con la joven y vivieron muy felices.



FIN


                             REFLEXIÓN

¡Qué cuento tan bonito! ¿verdad? Nosotras no opinamos lo mismo.

Cuando lees a un niño y sobre todo a una niña este cuento, la estás enseñando todo tipo de valores menos la humildad.


Esos mismos dibujos también inculcan cosas como la servidumbre de la mujer en las tareas del hogar, los estereotipos de belleza tanto masculina como femenina, y la tendencia a pensar que los sueños se hacen realidad por arte de magia.

En conclusión: ¿Cómo no van a ser las chicas rivales entre ellas mismas si desde pequeñas les enseñamos a ser competitivas?

Como podéis ver en el cuento, Cenicienta tiene que competir con todas las chicas del reino para "conquistar" al príncipe guapo y hermoso.

En fin, contemos a los niñ@s otros tipos de historias y cuentos, para que crezcan con humildad y sobre todo aprendan y conserves valores, los cuáles muchos de ellos se han perdido en esta sociedad.

(Este cuento no ha sido elaborado por nosotras, asique aquí os dejamos el enlace para que podáis disfrutar de muchos más cuentos.)

http://www.psicopedagogia-psp.com.ar/recursos_cuentos.htm



1 comentario:

  1. Hola!. Totalmente de acuerdo con esta reflexión. Es una pena que prácticamente todos los cuentos populares de la infancia, las que triunfan o por fin llegan a alcanzar el éxito, sea precisamente el prototipo de niña rica, guapa, alta y delgada.
    Por eso sería ideal replantearse este aspecto y reconstruir entre todos la infancia a través de un cuento sobre la vida real. Y no sobre prototipos idealizados y en mi opinión sobrevalorados.

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